domingo, 1 de abril de 2012

Con mucha esencia...

La esencia se puede encontrar en cualquier lugar, persona o evento. No hace falta que ese algo sea importante, que sea más o menos grande, que reúna a miles de personas... Tiene a veces más esencia y sabor, lo pequeño, lo que se vive y se disfruta con pasión por unos pocos que los considerados grandes acontecimientos. La esencia está más en la actitud con la que se disfrutan las cosas que en la riqueza de sus elementos y el número de sus seguidores... Para mí, y he de confesar que en este aspecto no puedo ser en absoluto objetiva, la Semana de Pasión de mi pueblo, Huelma, tiene esa esencia de las que os hablo, porque se vive con absoluta entrega prácticamente todo el año. Nunca cambiaría mi Viernes Santo de madrugada por ninguna Semana Santa, ni la de Sevilla ni de la ningún lugar... Y como yo, muchas otras personas que sienten profundamente la Semana Santa. Os intentaré acercar a nuestras calles y plazas durante estos días a través de una crónica publicada en el boletín Amanacer Nazareno de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y que podéis leer a continuación:
  
"Eterna Semana Santa".

A pesar de que el calendario fija unas fechas para la Semana de Pasión, en municipios como Huelma esta celebración y los sentimientos que conllevan se extienden todo el año

Huelma es cofrade. Y lo es porque la mayoría de sus habitantes siente profundamente la Semana Santa y la vive todo el año. En nuestra localidad pertenecer a una cofradía va más allá de procesionar por las calles del pueblo una vez al año, o de visualizar a su imagen titular cuando nos sentimos solos y perdidos o cuando queremos darle gracias por lo bueno que tenemos... ser cofrade supone trabajar todo el año, codo a codo con “nuestros hermanos”, por el bien de la cofradía; emocionarse con una marcha procesional, aunque ésta la escuchemos en pleno verano o en Navidad; y pensar cada día en el tiempo que queda para que llegue el Domingo de Ramos y comience esa semana única para todos aquellos que la sentimos.
Tras semanas intensas de preparativos, de nervios y mucho ajetreo, llega el Viernes de Dolores, la fecha que nos señala que por fin nos encontramos ante el momento señalado. Y tras este día, que las autoridades políticas y sociales relegaron a un segundo o tercer plano, amanece el casi siempre soleado y caluroso Domingo de Ramos. Huele a palma y a olivo, y aunque no sea visible, la atmósfera parece teñirse de verde cuando la agrupación musical de la cofradía de San Juan Evangelista tocan los primeros compases de sus marchas procesionales. Son las 12.30 horas, las puertas de nuestra Iglesia de la Inmacula Concepción se abren para dar paso a la imagen de Jesús en su entrada en Jerusalén portada por el cuerpo de costaleros de la hermandad; seguidamente, la apreciada imagen de San Juan Bautista hace acto de presencia y, como ya pasara minutos antes con Jesús en la borriquilla, los huelmenses allí reunidos rompen en un aplauso de júbilo y emoción. El séquito que acompaña al Señor y a San Juan procesiona con sus trajes de gala por las calles que conforman el recorrido oficial. Tras el domingo de Ramos, en el que “quien no estrena, sin manos se queda”, llega el Lunes Santo, un día en el que se ha consolidado con el paso de los años la costumbre de subir a la Iglesia a las confesar con alguno de los párrocos llegados hasta Huelma con este fin. El Martes Santo, los huelmenses se preparan para vivir la procesión más espiritual de nuestra localidad, y por tanto la más cercana al sentido religioso de la Semana de Pasión. Ataviados con túnica negra y una cruz al hombro, decenas de personas, la mayoría de ellas jóvenes, recorren las silenciosas, y en ocasiones frías y oscuras, calles del pueblo, rompiendo únicamente su reflexión interior en cada una de las estaciones de penitencia. El Vía Crucis de la cofradía Penitencial de la Santa Cruz contagia a los viandantes del sentir de recogimiento y fe propio de este episodio de nuestra Semana Santa.
El Miércoles Santo, la Plaza de la Iglesia vuelve a llenarse de huelmenses que esperan expectantes la salida de las imágenes titulares de la cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración, Señor de la Humildad y María Santísima del Calvario, “los rojos” como son conocidos en la jerga popular. Con esfuerzo y mucha constancia, los costaleros de esta hermandad logran superar el escollo de la puerta de nuestro templo y con todo el cariño del mundo portan al señor y a la Virgen en su paseo procesional por Huelma. Acompañándolos, su banda de tambores y cornetas y los hermanos de esta cofradía.

Llega el cenit de la Semana Santa, el Jueves Santo, inicio de la Pasión de Cristo. A las 18.00 horas de la tarde, nuestra parroquia vive uno de los momentos más importantes del año, la misa de la Santa Cena. Los feligreses llenan el templo durante la liturgia y posteriormente el exterior de éste para contemplar una tarde más la salida de las imágenes portadas por sus respectivos costaleros y costaleras. La emotividad hace acto de presencia cuando a través de la Puerta de nuestra parroquia aparece la bellísima talla de Nuestro Padre Jesús Cautivo de las Penas, y tras él, la también querida por todos los huelmenses, Santísima Virgen de la Esperanza. Si el tiempo lo permite, ambas imágenes, acompañadas de su agrupación musical, procesionan por las calles de la localidad. La noche del Jueves al Viernes Santo la Iglesia acoge a los adoradores nocturnos, que rezan al santísimo durante gran parte de la madrugada. 
El silencio de la noche huelmense se rompe muy pronto con las marchas de la banda de tambores y cornetas de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que pasean por el pueblo anunciando a los cofrades que se acerca la hora señalada, las 6 de la madrugada. El camino de la Iglesia se tiñe de morado al paso de decenas de personas que suben hasta allí con sus túnicas de este color. Cuando el cercano reloj de la plaza toca las seis en punto, los costaleros del Nazareno se disponen con emoción a levantar el pesado trono y sus imágenes. La salida del Señor a la Plaza llena de lágrimas los ojos de muchos de los presentes, y es que a la emotividad propia de la aparición de las imágenes por la puerta del templo se le suma la magia que aporta la noche. Nuestro Padre Jesús Nazareno cumple la primera etapa de su recorrido procesional por las oscuras calles del “pueblo arriba” hasta llegar nuevamente a la Plaza de la Iglesia, donde María Santísima de la Amargura espera el encuentro con su hijo (hace algunos años, este esperado momento se realizaba en la Plaza de España). Nuestro párroco, Don Manuel, pronuncia unas palabras sobre este episodio de la pasión. Tras lo cual, se sueltan unas palomas y una cofrade de la hermandad canta unas saetas tanto al Señor como a su madre. Los tronos siguen su recorrido ya de día. Cuando la procesión está muy cerca de encerrarse y el cansancio hace mella en costaleros, banda y hermanos, hay que enfrentarse al duro tramo de la calle Umbría; desde hace varios años, los costaleros de ambos tronos suben la cuesta corriendo y al llegar arriba se colocan en paralelo con símbolo de hermanamiento antes de volver a entrar en la Iglesia. 

El viernes por la tarde, y tras la celebración de los santos oficios, llega el momento de la procesión del Santo Entierro. Una treintena de hombres del pueblo, que forman parte del cuerpo de costaleros del Corpus Christi, portan al Santísimo Cristo Yacente que va acompañado de cofrades vestidos de negro y amarillo y por la agrupación musical 'Sebastián Valero' de la localidad. Una vez que se encierra esta procesión, alrededor de las doce de la noche, se inicia el precioso desfile penitencial de La Soledad. María Santísima de los Dolores pasea su dolor por las calles con más solera del “pueblo arriba” acompañada de sus portadores, los hermanos de la cofradía y la Banda de Música Santa Cecilia de Cambil. Una de las tradiciones de esta hermandad penitencial es la recolecta mediante una bolsa de caridad de dinero para los más necesitados.
El sábado por la noche, los huelmenses celebran la resurrección de Cristo en una misa en la que el fuego nuevo del Señor se representa con una hoguera en la Plaza de la Iglesia, en la que los feligreses encienden sus velas haciéndose partícipes de la buena nueva.
Huelma celebra el domingo de resurrección de una manera muy particular, reuniéndose con familiares y amigos bajo el pretexto de comerse el tradicional hornazo y dando así por finalizada la semana más intensa del año en nuestra localidad, que como ya dijéramos al principio, su emoción se extiende al resto del año.

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